miércoles, 6 de abril de 2011

El Disco, entre la distracción y la liberación de la conciencia

En líneas generales, el disco es identificado como un <<bien cultural>> que nos ofrece un rato de disfrute y distracción, un <<producto cultural>> en el que están recogidos sonidos que nos generan emociones. Algunos amantes de la música -más especializados- encuentran a ciertos discos como obras de arte y así los atesoran. Otros, de concepciones éticas avarientas, lo imponen como una mercancía y en torno a él generan las más perversas distorsiones. 

Pero sin lugar a dudas, el disco es un medio de comunicación a través del cual creadoras y creadores envían mensajes a individuos y colectivos que deciden o no cuándo y cuántas veces los reciben. Es pues, una herramienta comunicativa que, en nuestra sociedad, transmite ideas, valores y cosmovisiones que alteran conductas, análisis y percepciones que a su vez pueden modificar o reforzar vínculos, realidades e identidades. 

La contundencia de los signos que se transmiten en una obra discográfica es directamente proporcional a la inconciencia que la mayoría tenemos sobre este hecho. La música, siendo un lenguaje, es portadora de símbolos de dominación o de liberación –discurso hegemónico versus discurso contrahegemónico-. Este mensaje sonoro puede ejercer injerencia o provocar insurgencia. Entendiendo esto, debemos identificar al ámbito musical como un importante escenario para la batalla de las ideas, reconocer en la música una herramienta fundamental en la construcción de la soberanía cultural y al disco como uno de los soportes multiplicadores de ese mensaje.

Es bien sabido que el pasatiempo más popular de esta época que nos ha tocado vivir es escuchar música. Y es que hoy escuchamos música voluntaria e involuntariamente en el automercado, en el restaurante, en el metro, esperando por una película, en el centro comercial, en la tienda de ropa o en la zapatería, en el mercado, en la plaza o caminando por la calle. Estamos invadidos de música y sonidos que van moldeando nuestro ánimo y generando, en la inmensa mayoría de los casos, necesidades imposibles de satisfacer –estrategia de dominación-.

Es tal la cotidianidad de la música que escuchamos sin decidirlo, que ya la percibimos como un sonido natural de nuestro entorno; un ruido poco molesto –a veces muy molesto-. Y es tal la cantidad de discos con los que nos topamos a diario que es difícil imaginar que la producción de una obra discográfica puede tardar entre cinco y ocho semanas –descontando la preproducción-. Sin embargo, es un tiempo relativamente breve para todas las ideas y personas que deben concurrir en cada proyecto, pues a diferencia del escritor, el autor musical requiere de los intérpretes para lograr transmitir –decodificar- su mensaje. Esto define a la música como una disciplina de construcción colectiva, con sus puntuales excepciones, claro está. 

En este sentido, bien vale la pena realizar los esfuerzos necesarios para intensificar la producción discográfica del Estado con una línea editorial que combata la idea del disco-mercancía -que solo beneficia a las grandes disqueras transnacionales- y refuerce los símbolos de liberación como un ejercicio de soberanía cultural que contribuye con el reconocimiento de nuestra identidad y la generación de un sentimiento de dignidad y amor propio. El gran propósito es, definitivamente, generar la lucidez necesaria para combatir la representación de ficciones producidas desde un pensamiento conservador con el único objetivo de distraer nuestras conciencias.

Bajo las premisas del disco como herramienta comunicativa y como soporte multiplicador de un mensaje de liberación, el Centro Nacional del Disco ha construído una línea editorial que tiene como pilares fundamentales el rescate de nuestra memoria sonora y el incentivo a las creadoras y creadores de la inmensa variedad de géneros y formas musicales, priorizando, en seguimiento a nuestra Constitución Nacional, el trato especial para la música tradicional.

El Plan de Apoyo al Artista lo ideamos como una herramienta empoderadora destinada a creadoras, creadores, intérpretes y artistas, con el objetivo de estimular el saber, el conocimiento y la proyección de las más diversas expresiones sonoras que hacen vida en el país, vinculadas con la creación de vanguardia, la memoria, el patrimonio y el sentido de soberanía cultural. Con este plan se accede al proceso completo de la producción discográfica desde la grabación o se opta para la replicación de la obra ya grabada. Las y los artistas reciben orientación para la gestión legal y el apoyo con el diseño gráfico de la obra. 

Reconocimiento es una línea editorial con la que producimos obras discográficas para rendir homenaje a los referentes de la música venezolana que merecen el reconocimiento de todas y todos los venezolanos por su obra y aportes a la venezonalidad. Eneas Perdomo, Otilio Galíndez y Luis Laguna serán de los primeros en integrar esta serie.

Patrimonio Fonográfico es otra línea editorial orientada al rescate de la memoria, en este caso de la discográfica. Nos hemos propuesto la re-edición de aquellos discos que aún estando agotados, forman parte de nuestro imaginario popular y que son imprescindibles para que las nuevas generaciones se reconozcan como venezolanos. Nos planteamos mantener exactamente la misma imagen gráfica con la que fueron publicados los primeros discos de Eneas Perdomo, María Rodríguez, Hernán Marín, Gualberto Ibarreto, Quinteto Contrapunto, Cuarteto Rafael Suárez, Serenata Guayanesa y Cecilia Todd, en esta primera etapa.

Estímulo a la Creación parte de la idea de que todas y todos somos creadoras y creadores. Mujeres y hombres que en lo cotidiano inventamos soluciones para generar la transformación de nuestro entorno. El Venezolano es un pueblo musical y la creación musical debe ser estimulada desde el Estado impulsando la vanguardia imprescindible para una evolución orgánica y natural consustanciada con la identidad y la soberanía cultural. 

Con la línea editorial Coproducciones completamos los cinco ejes que apuntalan las dos premisas antes identificadas. Aquí estaremos uniendo esfuerzos con la Compañía Nacional de Música, El Centro de la Diversidad Cultural, La Casa del Artista, el Instituto de las Artes Escénicas y Musicales (IAEM) y La Fundación Vicente Emilio Sojo, instituciones hermanas que han venido dando pasos muy importantes en la misma dirección. Igualmente, estamos estableciendo alianzas con instituciones públicas y privadas, colectivos, asociaciones, agrupaciones y artistas que comprenden que el disco tiene una importante incidencia en la identidad y la soberanía cultural; que debe estimular la creatividad y la participación, así como el compromiso de construcción en colectivo.

De esta manera, el disco se convierte en una herramienta para la liberación y no para la opresión de los pueblos. Como todo hecho cultural, tiene su interpretación política y contribuye a la toma de conciencia de nuestra alienación para liberarnos y vincularnos con la vida –no con el capital- y, de esta forma, incidir en el conocimiento, la formación y el análisis crítico que harán posible la construcción de una sociedad justa y una patria verdaderamente libre y soberana.
Fidel Barbarito 
Publicado en el segundo número de la revista Se mueve, 
editada por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura

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